Dedico este post
a la memoria de mi tía Alba.
Leí la novela. Recuerdo vagamente que se desarrolla en el convulso mundillo universitario de los años 60s (explosión demográfica luego de la SGM). En los primeros cinco minutos de la cinta el director nos sorraja un suicidio: el joven universitario se ahoga en gas, como tanto se ha visto en los seriales de TV (recuerdo una jovencita que copiaba el outfit de Kelly Taylor en BH90210 que pretendió suicidarse ella y matar a su sosias -retenida a la fuerza- en un paradero de la playa de Santa Mónica o Malibú): Tara traps Kelly
Desde los años 2000s se ha venido incrementando el suicidio en México. Principalmente entre la juventud. Eso explicaría el consumo de alcohol y otras drogas: se están matando. O no saben qué hacer con su libertad o no tienen criterio o simplemente están aburridos.
Tarea: releer Hace falta un muchacho.
Entre nosotros, creo que sólo René Avilés Fabila, Los suicidas, abordó el tema con seriedad. "Un hombre puede ser destruido pero no derrotado", escribió Ernest Hemingway, El viejo y el mar. Y a continuación tomó su escopeta y se descerrajó un tiro.
Los jóvenes suicidas se dan cuenta demasiado pronto que todo es un fiasco, empezando por los padres, que no sólo te engañan sino que tampoco te educan (me refiero a esos que lloran porque el hijo metió las cuatro y la novia salió con su domingo siete) para no perder autoridad.
La vida es demasiado dolor y frustración. Eso lo sabe uno tarde que temprano: se soporta con carácter, sueños, buenos momentos, intentos, ilusiones. Estoy seguro que las llamadas especies inferiores lo intuyen, que van a morir, pero no pierden el tiempo matándose o deprimiéndose: comen, duermen, procrean. Es parte de nuestra sofisticación: ahogarse en un vaso de agua.
Yo prefiero ver el vaso medio lleno. No acostumbrase a la mala vida. Apenas el viernes un conductor despistado se echó de reversa en Malpica esquina Independencia (justo en la acera de enfrente ocurrió una balacera mientras recogía la ropa de la lavandería, vi a toda la gente de El Cubanito y otros puestos de comida callejera correr despavorida hacia la clínica de Román Marín, la misma calle del ataque narcoterrorista al bar Caballo Blanco). Calculé que me daba tiempo, o que el atolondrado conductor frenaría a tiempo. Pero a más de 50 KPH el Chevrolet Spark LT verde frenó tarde y tuve que pegar un brinco para evitar ser arrollado. Eso me dejó jodido. No quise salir a caminar este domingo, con tanto borracho enmariguanado, te pueden dejar lisiado de por vida. Entiendo por qué Carlos Fuentes prefería atravesar un cementerio abandonado en Londres que caminar al canto de una carretera. Por eso se murió octogenario en un hospital privado y no atropellado por un idiota con prisa. Y eso que allá tienes que pasar un examen para sacar licencia de conducir. Hay que estar alerta. Cuidar de uno mismo.
Muerto la gobernadora de Puebla y el senador Moreno Valle, lo primero que hicieron fue quitar la fotomulta. En la vía Atlixcáyotl van y vienen a más de 80 KPH y el ruido ensordecedor de los autos me recuerda las carreras de motocross en el autódromo Miguel E. Abed. Si el auto te lo permite se vale esa velocidad, pareciera ser su lógica.
Si estar vivo es mejor que estar muerto, es que todavía vale la pena vivir: la vida se soporta. La buena noticia es que sólo se vive una vez. En todo caso, los suicidas prueban al máximo que Dios es sólo una idea: quizá por eso, cuando no había panteones civiles, no se les podía dar cristiana sepultura. El Infierno tan temido es aquí en la Tierra, muchachos. Y luego, la nada.
Hay que aprender a vivir. Cuidar de uno mismo. Creo en el mérito propio y en la propia autorrealización. Lo demás, es lo de menos.
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